lunes, 9 de julio de 2012

Jiddu Krishnamurti a los jóvenes, sobre la educación y la vocación

Existe esta espantosa destrucción debida a este llamado “progreso”; y es en este mundo que vosotros estáis creciendo. Puede que lo paséis bien mientras sois jóvenes, que seáis felices; pero cuando crezcáis en edad, a menos que estéis vigilantes y muy alertas, siempre crearéis otro mundo de batallas, de ambiciones, un mundo en el que cada cual rivalizará con los demás, en el que habrá miseria, hambre, exceso de población y enfermedades.
A menos que vigiléis muy bien vuestros pensamientos, perpetuaréis este mundo, continuaréis con este horrible tipo de vida. ¿No es, pues, muy importante mientras sois jóvenes, que penséis en todos estos asuntos? No que algún maestro estúpido os enseñe a pasar estúpidos exámenes, sino que el verdadero maestro os ayude a pensar en todo esto. La vida es dolor, muerte, amor, odio, crueldad, enfermedad, hambre. En todas estas cosas tenéis que pensar.
De suerte que la generación más vieja, los que son miedosos y feos de corazón, procuran hacer que seáis como ellos; y también vosotros queréis ser como ellos porque todo eso os deslumbra. Cuando llega el gobernador, todos se inclinan hasta el suelo al recibirlo, le ofrecen ramos de llores, pronuncian discursos.
A él le gusta eso, y a vosotros también porque os sentís honrados, conocéis a su tío o a su secretario; deseáis, pues, calentaros al sol de sus ambiciones, de sus triunfos. De tal suerte os veis fácilmente atrapados en ello, en la trama de la vieja generación, en un mundo horrible, en un mundo monstruoso.
Sólo si tenéis sumo cuidado, si os mantenéis vigilantes y en todo momento interrogáis, si no aceptáis y no tenéis miedo, sólo entonces no caeréis en esa red, sólo entonces crearéis un mundo diferente. Por eso es muy importante que encontréis vuestra verdadera vocación. ¿Sabéis qué significa “vocación?”. Algo que os resulta natural, que os encantará hacer. Esa, al fin y al cabo, es la función de la educación, de una escuela de este tipo: ayudaros a crecer independientemente para que no seáis ambiciosos y podáis hallar vuestra verdadera vocación. El hombre ambicioso jamás ha encontrado su verdadera vocación.
Si la hubiera encontrado, nunca sería ambicioso. ¿No es acaso función del maestro, del director, del administrador, de los síndicos de esta escuela, el ayudaros a ser inteligentes —es decir, a no tener miedo— para que podáis escoger, descubrir vuestra vocación, vuestro propio camino en la vida, el modo como deseáis vivir, como queréis ganar vuestro sustento? Esto, en realidad, significa una revolución en el pensar, porque en el mundo al hombre que es rapaz de hablar, de escribir, de predicar, de gobernar, el hombre que tiene automóvil, se le cree en maravillosa situación; y al que cava en el jardín, al que cocina, al que trabaja en la construcción de una casa, se le desprecia. ¿Habéis observado vuestros propios sentimientos, cómo miráis al albañil, al constructor, al obrero que arregla el camino, al conductor de un taxi u otro coche, cómo miráis a éstos con absoluto desprecio? Ni siquiera existen para vosotros. Pero cuando miráis a alguien con título, a un graduado universitario, a un pequeño empleado de oficina, a un banquero, a un comerciante, a un “pandit” (erudito), de inmediato lo respetáis, mientras rechazáis al “tongawala” (cochero).
Si realmente, empero, encontraseis vuestra verdadera vocación, terminaríais completamente con ese sistema; porque entonces podríais ser jardineros, pintores, porque entonces haríais algo que amáis de veras, con todo vuestro ser. Eso no es ambición. Hacer algo de un modo maravilloso, completo, verdaderamente de acuerdo á lo que vosotros pensáis, no es ambición; en eso no hay temor. Pero es muy difícil, porque eso significa que el maestro ha de prestar mucha atención para enseñar a cada uno de sus alumnos a descubrir de qué es capaz, para ayudarle en ese descubrimiento, para ayudarle a no tener miedo y sí a inquirir, a investigar. Podréis ser escritores, poetas, pintores, y si eso es lo que amáis, no tenéis ambición; porque en eso deseáis ser, crear; es algo que amáis. En el amor no hay ambición. ¿No es, pues, muy importante que siendo jóvenes, hallándoos en un lugar como éste, se os ayude a despertar vuestra propia inteligencia para que encontréis vuestra vocación de un modo natural? Entonces, si la encontráis y ella es algo verdadero la amaréis durante toda vuestra vida. En eso no habrá ambición alguna, ni rivalidad, ni lucha, ni pelea de unos con otros por la posición, por el prestigio; y tal vez entonces podréis crear un mundo nuevo.
Entonces, en ese mundo, ninguna de las cosas de la vieja generación existirá: ni sus guerras, ni sus males, ni sus dioses separativos, ni sus ritos que nada absolutamente significan, ni sus gobiernos, ni su violencia. Es muy grande, en un lugar como éste, la responsabilidad del maestro y la vuestra; porque vosotros podéis crear un mundo nuevo, una nueva cultura, una nueva manera de vivir.

No hay comentarios: