lunes, 7 de mayo de 2012


Muy dentro, muy dentro de nosotras las mujeres, se encuentra tapiada nuestra realeza, nuestra realidad. Pero al paso de los siglos, con el paso de las eras, como los grandes cataclismos que conmocionaron a la tierra y sepultaron civilizaciones avanzadas, así nuestras épocas de realeza y esplendor quedaron también sepultadas. Nuestros dolores y frustraciones cambiaron nuestra alma.

Para la analista jungiana Jean Shinoda Bolen, autora del libro “Viaje a Avalón”, “la pérdida del paraíso fue en realidad la pérdida de la “Madre”. Esto se consolidó en una pérdida de nuestra naturaleza mítica cuando la Inquisición mandó a quemar aproximadamente a unos 9 millones de mujeres, en lo que fue el genocidio mayor en la Historia de la Humanidad........Cuando los humanos dejamos de adorar a la Diosa perdimos nuestra relación con la tierra”.

Para demostrar la validez de los descubrimientos de Jung revisemos un poco en la historia mítica de culturas que se desarrollaron sin ningún contacto entre sí. A miles de kilómetros de distancia o separadas por siglos de diferencia, como en el caso de las que se dieron en el antiguo Egipto y en la América anterior a los viajes de Colón. Resulta sorprendente al analizar los códices mayas, el “Borgia” por ejemplo, donde se describe a una serie de deidades que guardan estricta relación con las etapas en la vida de una mujer.

María de los Ángeles Ojeda Díaz, investigadora mexicana, en su libro “Las Diosas en los Códices del Grupo Borgia” dice: “Al observar las sugestivas, y no menos hermosas imágenes de diosas representadas en los códices prehispánicos, parece legítimo suponer que la feminidad en Mezo América debió tener papel preponderante. De donde resulta necesario inquirir sobre las mujeres que las veneraron y cómo estas fuerzas sobre humanas influyeron y modelaron su esencia, su vida y su muerte. En este sentido, las reflexiones y análisis se sitúan, en primera instancia, en el estudio de la mujer.

Se cuenta que Pallas Atenea, Diosa de la Verdad, es la Protectora del Templo de la Verdad y Eras atrás, cuando los dioses caminaban y hablaban con los hombres, ella supervisaba las disciplinas y la preparación necesaria para el desarrollo de la conciencia receptiva de aquéllos que iban a ser los "portavoces" de los dioses. Como las Vírgenes Vestales o los Oráculos (Pitonisas) en Delfos. La gran Diosa-Madre, VESTA, fue la primera Diosa de la Verdad y le confirió a Pallas Atenea este honor y servicio.

Se han encontrado numerosas imágenes de diosas en pinturas rupestres y pequeñas esculturas que datan de 35.000 años antes de Cristo o tal vez anteriores. Algunas de esas imágenes fueron llamadas “Venus” y tal vez la más famosa de todas sea la Venus de Willendorf, escultura feminista perteneciente al paleolítico que, junto con la llamada Venus de Lespugne, representa la obras mas importante del período auriñaciense, primer período del paleolítico superior que toma su nombre de la cueva de Aurignac en Francia.

En la India, existe un panteón de numerosas Diosas y Dioses y en Japón, la Gran Diosa Solar Amaterasu es honrada como la Madre Divina del Pueblo Japonés. La Diosa de la Compasión, Kuan Yin, conserva muchísimos devotos en China. Los esquimales rinden honor a la Madre-Oceáno Sedna. En Brasil, Yemayá, la Madre Diosa del Mar es reverenciada con multitudinarias procesiones el primero de enero de cada año. En África, los Orishás son venerados, millones de católicos de todo el mundo adoran a la Virgen María como la Madre de Dios y en todos los pueblos del mundo se conciben numerosas vírgenes para honrar a la madre de Jesús.

Muy dentro, muy dentro de nosotras las mujeres, se encuentra tapiada nuestra realeza, nuestra realidad. Pero al paso de los siglos, con el paso de las eras, como los grandes cataclismos que conmocionaron a la tierra y sepultaron civilizaciones avanzadas, así nuestras épocas de realeza y esplendor quedaron también sepultadas. Nuestros dolores y frustraciones cambiaron nuestra alma. La reverencia hacia los principios femeninos y la conciencia de la Diosa nos ayuda a ponernos en contacto con la belleza y magia de la naturaleza y todas sus criaturas. Reconocer a la Diosa en la Naturaleza (Gaia), como nuestra amorosa Madre Tierra, ayuda a expandir nuestro respeto hacia el medio ambiente y nuestra búsqueda del equilibrio entre las energías masculina y femenina, para que en lugar de competir, trabajemos juntos, complementariamente, para el bien individual y de toda la humanidad. Pero este pasado hay que sanarlo, no hay otra manera de deshacerlo para que surja la reconciliación y de igual a igual establecer el equilibrio de las energías masculinas y femeninas.

Las mujeres estamos adiestrándonos, recordando, retomando la sabiduría de la Diosa, preparándonos para ocupar nuestro real sitio en la tierra en el presente milenio. Vamos a hacer que surja la Diosa, que se exprese, que seamos la sonrisa del mundo, a través de nuestra intención, de nuestra voluntad, de nuestro deseo. Comencemos por sustraer de nuestro cuerpo los movimientos sagrados grabados en nuestra conciencia celular por medio de la danza y del movimiento para ensalzar nuestro espíritu.

Identifícate con la madre de todo lo creado, la madre de todos los hombres, la madre de tus hijos y de los hijos de otros, la madre de tus parejas, de las parejas de otros, la madre de los hombres, la Madre Tierra que te cobija, que te acoge, que te nutre y que te ama con infinito amor incondicional. Isabel Stelling




Isabel Stelling

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